Desde hace varios años atrás, el
destape de los casos de corrupción cometidos por Odebrecht y Lava Jato han
remecido no sólo a la arena política de Brasil, también a los principales
países de América Latina que por décadas recibieron el apoyo empresarial de
estas organizaciones para el desarrollo de sus obras públicas.
Estos
casos nos han dado la oportunidad de toparnos con una triste realidad, América
Latina sigue siendo un compendio de países dónde la corrupción campea, dónde
ser político es necesariamente sinónimo de delincuencia de cuello blanco, y
difícilmente los que deberían trabajar al servicio del Estado realmente lo
hacen. Cada país tiene su propio drama, unos más que otros, pero todos igual de
críticos y lamentables.
Lula y Dilma en Brasil fueron los
principales artífices y beneficiados de toda esta red de corrupción armada para
beneficiarse personalmente, a costa de favorecer en las licitaciones de obras
públicas a estas dos empresas. A ellos, se les suma las diversas
investigaciones por los malos manejos de empresas públicas como Petrobras y Braskem. Por
estos motivos, Brasil ha tomado liderazgo en cuanto a las investigaciones sobre
estos casos, y ha logrado encarcelar al expresidente brasileño, así como el impeachment hacia Dilma por la
incapacidad moral que representa.
En Colombia, México, Panamá,
Guatemala, Paraguay, Ecuador, Argentina, Uruguay, y Perú, los casos han
involucrado a expresidentes, parlamentarios, funcionarios públicos y agentes
privados, todos confabulando para obtener beneficios personales a costas de las
necesidades de todos estos países. La estrategia de utilizar la famosa “Caja 2”
administrada por la Unidad de “Operaciones Estructuradas” de la empresa
Odebretch para realizar los pagos ilícitos, dan cuenta el nivel de
institucionalización de la corrupción en esta compañía y del afincamiento que
esta ha tenido en los aparatos estatales.
Estos niveles de
institucionalización del delito han hecho que para las investigaciones
judiciales sea cada vez más difícil rastrear el origen ilícito de los pagos
percibidos por estos funcionarios, ya que la cadena de pagos se hizo de forma
tan compleja, cómo lo hace cualquier organización criminal, que ha servido para
despistar a la justicia.
Pero,
lo más resaltante es analizar ¿qué están haciendo los países ahora que ya se
conoce todo este caso? En algunos llama la atención la inadvertida
concentración que le han puesto a este gravísimo tema. Por ejemplo, en México
han congelado el caso por cinco años, momento desde el cual se retomarán las
investigaciones. Dichas investigaciones preliminares congeladas incluyen cómo
principales sospechosos a los expresidentes Felipe Calderón y Enrique Peña
Nieto, así como a los Jefes de Gobierno de la Ciudad de México, Andrés Manuel
López Obrador (actual Presidente Electo de México) y Miguel Ángel Mancera,
además de un ciento de Secretarios, gobernadores, ex jefes delegacionales,
diputados, senadores y demás funcionarios públicos. Este caso es lamentable,
siendo México uno de los principales países de la región con un elevado índice
de corrupción estatal.
Sin
embargo, no todo está perdido existen países de la región que han puesto en
marcha las investigaciones sobre este caso, y ya ha habido acciones concretas
con resultados cada vez más precisos y certeros en el proceso judicial.
En
Perú, independientemente del caso de Alberto Fujimori que ha pasado a la
historia como el primer Presidente del Perú sentenciado a prisión efectiva, los
demás expresidentes vivos siguen enfrentando a la justicia. Dos de ellos
(Alejandro Toledo y Ollanta Humala) recibieron prisión preventiva, y los otros
dos (Pedro Pablo Kuzcynski y Alan García) cuentan con impedimento de salida del
país como medida preventiva. Además, las investigaciones han alcanzado a los
líderes políticos beneficiados durante las campañas electorales, acusados del
delito de lavado de activos, tal es el caso de César Acuña y Keiko Fujimori,
esta última con prisión preventiva por este caso. También se han incluido en
las investigaciones a exautoridades ediles y provinciales, como los exalcaldes
de Lima (Susana Villarán y Luis Castañeda Lossio) y diversos gobernadores
regionales.
En Ecuador, el expresidente
Rafael Correa cuenta con impedimento de salida del país, y está en trámite su
futura prisión preventiva, por ser uno de los presidentes con mayores
beneficios de Odebrecht, al haber forjado durante su mandato una alianza sólida
con los gobiernos del Partido de los Trabajadores de Brasil al pertenecer a la
misma ala ideológica.
En
Argentina, la expresidenta Cristina Fernández enfrenta la justicia con el mismo
rigor que en Perú y Ecuador. Las investigaciones siguen abiertas pero las
medidas drásticas han incluido el allanamiento de sus propiedades, y pese a que
cuenta con inmunidad por ser senadora, hay voces que hacen inferencia que
pronto podría hacerse la solicitud de prisión preventiva para la expresidenta.
Además, muchos funcionarios que han trabajado en su gobierno y en el de su
esposo, Ernesto Kirchner, han sido apresados o cuentan con medidas como
impedimento de salida del país o medidas cautelares diversas.
En
Colombia, Chile, Costa Rica, Panamá y Paraguay, las investigaciones han
golpeado a funcionarios claves, aunque sin afectar de forma directa a los
expresidentes o líderes de las principales entidades de gobierno. Las acciones
siguen siendo tenues a pesar del impacto que tuvo Odebrecht y Lava Jato en sus
países.
En
Bolivia y Venezuela, el caso es un tema tabú, para estos países el caso
Odebrecht al mantener en el gobierno a los que, en las hipótesis judiciales,
fueron los mayores beneficiados de la región y mantienen injerencia sobre el
sistema judicial de sus países.
En resumen, el caso Odebrecht desnudó la corrupción que se mantenía velada en toda la región, una corrupción
que explica el subdesarrollo que aún ataca a nuestras sociedades, pero, sobre
todo, a qué la administración del poder sigue siendo ineficiente y caótica.
Además, lo lamentable no es que los funcionarios públicos elegidos por voto
popular hayan traicionado la confianza de sus electores de esta manera, sino
que los electores continúan, en muchos casos, valorando la ejecución de obras
visibles (carreteras, aeropuertos, hospitales, etc.) por encima de los aspectos
éticos. Tal fue el caso del lema de campaña de Luis Castañeda para la alcaldía
de Lima en el 2014, “Roba, pero hace obra”, con el que fue electo por más del
50% del electorado.
Deberíamos
esperar que estos casos nos enseñen a ser más juiciosos en nuestras elecciones
para los cargos públicos más relevantes de nuestros países, a qué valoremos los
aspectos técnicos, la capacidad de gobernabilidad y ejecución, pero sobre todo
los criterios éticos que tenga el futuro funcionario. El momento en el que
interioricemos que con corrupción nuestras sociedades seguirán estando
atrasadas y sin lograr el ansiado desarrollo humano que queremos, ese será el
momento en el que nuestra región latinoamericana empiece a dar el giro de 180
grados que tanto necesita.
Gracias, excelentes gráficos.
ResponderEliminarQué bueno que te gusto, gracias por leerme. Saludos.
EliminarQue pena que el gobierno en latinoamerica destaque por toda la corrupción. Y entre más le rasquemos, más encontraremos.
ResponderEliminarLa verdad sí, es una pena, pero siento que también el caso Odebrecht nos abre la puerta para limpiar toda la podredumbre de corrupción que hay en nuestros países, depende de cada país en tomar el toro por las astas y cerrar filas contra la corrupción. Gracias por tu comentario y por leerme.
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