Era
sábado por la tarde, caminaba por el parque cuando de repente empiezo a ver
cómo es que un grupo de buses se reúnen en una de las esquinas del parque, y bajan
de ellos un gran número de personas miembros de diversas iglesias católicas,
evangélicas, mormonas, y demás variantes del cristianismo. Entre la multitud,
se logra distinguir carteles con colores azul y rosado, con frases contra la
diversidad de género sustentadas en citas bíblicas, apoyo de la conformación de
una familia, que ellos denominan, “natural”, e insultos de todo tipo hacia
personas de la comunidad LGBTIQQA. Este grupo de personas se congregaban para
dar inicio a la denominada marcha “Con Mis Hijos No te Metas”.
De forma inevitable me surgieron
muchos cuestionamientos sobre esta marcha, ¿Qué los mueve? ¿Qué entienden por
familia? ¿Quién los financia? ¿Qué tipo de educación es la que buscan para sus
hijos? ¿Qué esperan de la sociedad y del gobierno? ¿hacia dónde estamos
caminando como sociedad?
Empecé
una búsqueda intensa para intentar entender la motivación y el incentivo de
este movimiento para discriminar de manera recurrente y hostil hacia la
comunidad LGBTIQQA, y me encontré con muchas sorpresas. “Con Mis Hijos No Te Metas”
no es un movimiento local o nacional específico de algún país o comunidad, sino
es un movimiento internacional, organizado por un conjunto de personas
pertenecientes a las diversas vertientes de iglesias evangélicas, mormonas y
respaldada por la iglesia católica.
El
financiamiento proviene principalmente de las iglesias evangélicas y mormonas, sobre todo del Movimiento Misionero Mundial, y en menor medida de las otras iglesias y sectas, quienes respaldan las
manifestaciones en Brasil, México, Argentina, Chile, Colombia y
Perú. Una curiosidad adicional es que son justamente las principales fuentes de
financiamiento de esta marcha, las que no pueden explicar cómo sus niveles
patrimoniales crecen de manera abrupta año tras año, y a la fecha llevan en su
haber un patrimonio exorbitante para ser una institución religiosa que sólo
busca la difusión de la fe cristiana, como un acto sin fines de lucro.
El móvil aparente es la lucha
contra la formación académica dónde se incluyan un profundo conocimiento de la
identidad de género desde el punto de vista objetivo y psicológico, que permita
al niño tener clara la diferencia entre sexo y sexualidad. En este sentido,
esta corriente busca que los países no ejecuten políticas educativas ni
legislen los derechos de las personas tomando en cuenta estos criterios
objetivos y laicos. Al contrario, bajo su lógica, cualquier legislación sobre
este tema debería hacerse bajo los preceptos de sus creencias religiosas ya
que, para ellos esa es la verdad absoluta.
La lucha se hizo más bulliciosa
en los últimos años, a consecuencia de que muchos países comenzaron un proceso
de legislación para poder asegurar que todas las personas cuenten con los
mismos derechos. En varias jurisdicciones se legisló sobre el matrimonio (y en
algunos casos unión civil) entre personas del mismo sexo, adopción de niños,
maternidad subrogada, entre otros aspectos claves que decantan en la
conformación de una familia. Algunos países han sido más contundentes en la
legislación sobre esta materia como Argentina, Brasil, Uruguay y México; otros
se han mostrado más moderados como Chile y Colombia, y algunos aún presentan un
arraigo dañinamente ultra conservador que les ha impedido ir más allá de lo que
la sociedad les permite como Bolivia, Ecuador, Paraguay, o Perú.
Este
proceso en América Latina se ha concentrado en legislar sobre el respeto al
derecho de las personas a contar con una orientación sexual (gay, lesbiana, transexual,
travesti, transgénero, queer, asexual, intersexual, bisexual, pansexual, etc.) y
a que todos sus demás derechos inherentes no se vean afectados, tal cómo son
ejercidos por las personas heterosexuales. Entre los más destacables están el
matrimonio o unión civil que permite la conformación de una familia con todos
los derechos que ello concibe (herencia, protección de seguridad social, entre
otros), la criminalización de la violencia originada por discriminación, el
acceso a todos los servicios y lugares públicos sin discriminar por orientación
sexual de las personas, entre otros.
Ante
ello, las protestas de los grupos religiosos han sido extremas, y su defensa ha
podido prosperar de manera temporal en los países que aún son ultra
conservadores. Los argumentos de que esto es antinatural, aberrante, es un
invento de las personas para hacer lo que se les da la gana, o inclusive parte
de una ideología, están a la orden del día. Los argumentos pueden ser
múltiples, tanto de quienes defienden este proceso de liberalización cómo de
quienes se oponen, pero los afectados directos son los que sufren en el camino,
porque son ellos los objetos de discusión, de insultos, de burlas, de
agresiones, y lo peor del daño psicológico y emocional que todo ello genera.
Las
personas no heterosexuales pasan por un proceso difícil y complicado a lo largo
de su vida, un proceso que ningún heterosexual conoce, un proceso que te hace
dudar de todo lo que se siente, de lo que se percibe, de sí mismo. Y, que,
aunado a un conflicto de esta naturaleza, no sólo alimenta la inseguridad que
esto conlleva, sino que además contribuye a estigmatizar a las personas por
características que son absolutamente normales en el ser humano.
Lo
más triste de este proceso, es que todas esas corrientes religiosas se jactan
de defender la vida, pero con sus agravios profundos contra la comunidad
LGBTIQQA, lo único que generan es incentivar a que miembros de esta comunidad
atenten contra la suya por algo que no los hace distintos que cualquier otra
persona. Por esto la relevancia que desde pequeños se les enseñe a que ni una
sola característica diferente hace menos a la persona, y que todos, con las
diferencias que se tengan, son iguales ante la ley, y deberían serlo para la
sociedad.
Este
proceso de aceptación en las sociedades es largo, y no es nuevo. A lo largo del
tiempo, los negros y las mujeres han pasado por ese mismo camino, tortuoso pero
necesario para que cada vez más se haga una sociedad incluyente, sin ciudadanos
de segunda clase, con los mismos derechos y obligaciones. Es cuestión de tiempo
y constancia en esta lucha para que el reconocimiento de derechos hacia las
personas de la comunidad LGBTIQQA sea aceptada cómo un deber del Estado, más
que como una ideología inexistente.
En la foto, el actual Presidente de Luxemburgo con su esposo
Esto me hizo recordar, la vez que por error pasé entre la gente que marchaba, sentí una sensación de claustrofobia en pleno espacio abierto, escuchar tanta desinformación al unísono, hacía eco en mis oídos. Necesitamos entender, respetar, y ser congruentes.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo. Lo que se necesita es aprender a Respetar, por eso se requiere cambiar la currícula escolar para que las nuevas generaciones crezcan con ese respeto en la cabeza. Pero, justo a eso se oponen los intolerantes.
ResponderEliminarA muchos hombres BiGay les ha tocado rediseñar sus estrategias para sobrevivir al estigma; más aún cuando se nace en familias católicas... Hay mucho por hacer, por visitar y leer; las redes sociales hoy son una herramienta que ayudará en esta causa
ResponderEliminarExacto. La sociedad y sus estigmas han generado que muchos cambien su comportamiento ajustándolos por lo que no son. Hoy tenemos la oportunidad de cambiar esto desde pequeños. Gracias por comentar. Saludos.
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