A
partir del 01 de diciembre, la administración de Andrés Manuel López Obrador
(AMLO) empezará oficialmente sus funciones. Si bien desde el 01 de julio en que
fue elegido el próximo Presidente de México, estos seis meses sólo han servido
para dar a conocer la perspectiva del futuro sexenio en el país.
Es
evidente que la elección de López Obrador recogió el descontento de un gran
sector de la población con la eterna hegemonía del PRI, de centro izquierda,
como partido de gobierno, y de una alternancia con el PAN, de centro derecha
(en el periodo 2000 al 2012), que no caló con la población. Los principales
caballitos de batalla de AMLO fueron la lucha contra la corrupción y la mejora
en las políticas públicas en favor del sector más pobre del país, con ciertos
visos de progresismo que atrapó a más de la mitad del electorado mexicano.
Lejos quedaron los competidores
de López Obrador en la elección del 01 de julio, con lo que este resultado
consolidó y dio una fuerte legitimidad a su elección. El mercado y los sectores
más conservadores entraron en pánico por la incertidumbre que su planteamiento
de política económica traía consigo. Luego del 01 de julio, muchos
inversionistas, y diversos sectores del país estuvieron concentrados en captar
las señales de lo que sería la nueva administración en México.
En
este sentido, las primeras señales fueron de diálogo y conciliación con la
saliente administración de Enrique Peña Nieto (del PRI), aspecto que dejó un
poco desconcertados a muchos de sus votantes, ya que la lucha contra su
alicaída gestión había sido uno de los puntos críticos dentro de sus
propuestas. Pero para los mercados fue una buena señal que, a diferencia de sus
propuestas, se sentían aires de continuismo en el aspecto macroeconómico del
país.
No
obstante, el Presidente Electo de México empezó dar señales
confusas como las consultas ciudadanas. En su afán de demostrar que la gente
tiene poder sobre el país, instauró diversos procesos de consulta ciudadana
para decidir sobre proyectos de inversión pública de gran envergadura para el
país, o decisiones ejecutivas críticas, que pusieron en tela de juicio la
seriedad de sus planteamientos. Un tufillo a populismo se empezó a asomar sobre
la siguiente gestión que viene, y no precisamente avizorando cambios positivos,
la cuarta transformación da luces de ser una degradación del país.
En
el ámbito económico, las cifras de sus perspectivas de financiamiento para las
propuestas de políticas públicas que plantea, no cuadran. Las prácticas de
consulta ciudadana para tomar decisiones sobre proyectos de inversión pública,
en el que los criterios técnicos son relevantes, han despertado incertidumbre
sobre los inversionistas extranjeros y los potenciales riesgos que
enfrentarían. Y, las presiones inflacionarias y del peso mexicano empiezan a
comportarse en respuesta a esta incertidumbre.
En lo social, es evidente que
este será un aspecto que promocionará constantemente el equipo de MORENA. Este
será el principal driver para vender su gestión como la mejor de los últimos
tiempos, esto ya que lo social es lo más visible ante los ojos de la población,
aunque ello implique costos económicos y financieros que nadie mirará o
minimizará. En este sentido, será común los programas y políticas sociales que
sean políticamente populares, aunque no tengan la suficiente sustentabilidad
técnica ni económica.
En
cuanto a la lucha contra la corrupción, el motivo principal por el que votaron
los mexicanos, es evidente que no avanzará mucho en esta materia y es que López
Obrador no solo es el Presidente Electo de México, sino que anteriormente ha
sido Jefe Delegacional de la Ciudad de México. Por ello, es claro que parte de
la transferencia entre el PRI y MORENA ha sido negociar el tratamiento a los
casos de corrupción que se están investigando o se pretendían investigar desde
ambos bandos. La reciente postura del “borrón y cuenta nueva” anunciada por
AMLO respecto a los funcionarios corruptos de gestiones anteriores, así lo
demuestran. En el extremo, para dar muestras de la lucha contra la corrupción, la
persecución será contra los casos abiertos del PAN (partido de centro-derecha),
considerando las fuertes diferencias que separan a ambos bandos.
Esta situación no es nueva para
América Latina, aunque quizá sí lo sea para México. Diversos países
latinoamericanos ya han tenido gobiernos dónde lo primordial del ejecutivo es
ganar popularidad política a costa de la salud económica y financiera del país,
donde no se escatima en ello con tal de dejar una imagen positiva frente a la
población. No es difícil pensar que esto va a ser así, tomando en cuenta los
desastrosos resultados de su gestión como Jefe de la Ciudad de México. Durante
este periodo, López Obrador obtuvo un respaldo gigante, por parte de los
capitalinos, por las diversas obras de corte social y urbanístico que mejoraron
la cara de la ciudad, pero lo que costó dejó casi en ruinas a la Ciudad de
México, aunque muchos no lo vieron y no les interesó en absoluto. Lo mismo
sucede hoy con las Consultas Ciudadanas, ejercicios que se publicitan como el
mecanismo “democrático” (a pesar de no tener ni un control electoral) para que
el pueblo decida sobre sus proyectos, aun cuando se sabe que esto puede atentar
contra la sustentabilidad técnica de los mismos y el costo a asumir por el país
sea exponencialmente mayor.
En la región hay ejemplos vivos
de esta forma de gobernar, Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia,
Alan García en el Perú, Lula Da Silva en Brasil, entre otros. Todos con
resultados que no necesariamente llevaron a una crisis estrepitosa al país,
pero al menos estancaron el crecimiento económico y afectar diversos factores
macroeconómicos del país a costa de buscar una mayor aceptación popular.
Esta
situación es lamentable para México, en un contexto dónde necesita despegar, y
reactivar diversos zonas productivas y comerciales del país, dónde es necesario
sanear las cuentas públicas y ser más austeros para tener un reinicio de
gestión mucho más adecuado que le permita tener holgura de maniobra.
Lamentablemente, este tipo de gobiernos no se fijan en ello y sólo buscan
agraciar a la población. Hoy, más del 60% aprueba la gestión de AMLO como
Presidente Electo gracias a las consultas ciudadanas, qué pese a carecer de
todo sentido técnico han sido aceptadas por el grueso de la población como una
acción del “gobierno del pueblo”.
Serán
seis años de idas y vueltas, de avances y retrocesos constantes, de
incertidumbre para el mercado, el inversionista y el empleado formal. Será un
sexenio de inflación, de tipo de cambio volátil y de una serie de locuras
políticas que solo buscarán afianzar la imagen de López Obrador como la
“Esperanza de México”, aunque en realidad se esté forjando la figura del nuevo
Verdugo de México.
Que fuerte, pero cierto. Muy buen análisis.
ResponderEliminarMuchas gracias. Sí es una situación complicada, habrá que ver cómo se desarrolla este sexenio.
EliminarSolo espero no se de en México lo que pasó en otros Países Latinoamericanos.
ResponderEliminarEsperemos que no y el camino que se quiere seguir sea rectificado. Gracias por tu comentario.
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