La COVID-19, que apenas cuenta con 11 meses desde que se identificó el caso cero en la provincia de Wuhan en China, ha ido mostrándonos, a lo largo del 2020, nuevos indicios sobre su comportamiento, las formas de contagio, su composición, efectos colaterales y potenciales maneras de poder luchar, de forma médica, contra esta nueva cepa de coronavirus.
Lo cierto es que no sólo nos ha ido mostrando aspectos nuevos en materia médica y científica, sino también nos ha mostrado las carencias y debilidades de la sociedad y la política en el mundo. La COVID-19 nos ha remecido contra la realidad que pasa desapercibida en el día a día, o que es utilizada para fines altruistas más que para realmente modificar las bases y estructuras de nuestras sociedades.
Entre los aspectos más crudos que nos ha mostrado la COVID-19 es la fuerte ausencia de infraestructura médica suficiente, tanto que incluso los países más desarrollados han visto a sus sistemas de salud rendirse ante la presencia de este nuevo virus. Las imágenes de los hospitales rebasados en España, Italia, Estados Unidos, entre otros países, ponen al descubierto como la salubridad ha pasado a un segundo plano en las prioridades del mundo. Han pasado mas de 102 años desde la ultima pandemia letal que ha sacudido a todo el mundo, y en todo este tiempo, el desarrollo médico y las políticas de salud publica parecen haber sido insuficientes para contener el avance de la COVID-19. Esto, a pesar de que en los últimos 20 años hemos experimentado epidemias de fuerte impacto como la gripe aviar, la gripe originada por el virus AH1N1, entre otros. Sin embargo, pese a este preludio, los países del mundo liderados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) no han podido trabajar de forma conjunta para tener una mejor preparación en salud pública.
Esta infraestructura de salud insuficiente ha sido más evidente en Latinoamérica dejando atrás a los países africanos. Al corte del 04 de octubre 2020, de los 10 países con mayores incidencias de fallecimientos, 5 son latinoamericanos.
Pero, no solo la brecha en tecnología e infraestructura en Salud ha sido desnudada sino también las desigualdades sociales y económicas. Países como Brasil, México, Perú, Colombia y Chile nos han mostrado que las décadas de milagro económico en la Alianza del Pacifico han forjado una buena base macroeconómica sustentada en el crecimiento económico explicada por actividades primarias y algunas terciarias, pero que no se ha logrado crear condiciones de desarrollo económico suficiente para dar respuestas apropiadas ante una crisis mundial como esta.
Durante todo el 2020 la dicotomía que han enfrentado
los gobiernos, sobre todo los latinoamericanos, respecto a la salud publica
versus la salud económica de sus países, ha tenido vaivenes. Es justamente en Latinoamérica
donde no solo se registran las mayores incidencias de contagio y fallecimientos
por COVID-19 sino también la perspectiva sobre el impacto negativo en la
economía es más fuerte; es en esta región donde se avizoran las caídas económicas
mas fuertes en el mundo para el cierre del 2020.
Sobre esta base, muchos de los gobiernos han empezado a hacer cálculos políticos sobre el manejo de la pandemia. Desde el inicio de la pandemia, personajes como Jair Bolsonaro (presidente de Brasil), Andrés Manuel López Obrador (presidente de México), Donald Trump (Presidente de Estados Unidos) o Boris Johnson (Primer Ministro del Reino Unido), minimizaron los efectos de la COVID-19 y por el contrario incentivaban a que la población continuara con sus actividades económicas diarias sin detenerse. El efecto inmediato fue que se convirtieron rápidamente en los países con mayores niveles de contagio y fallecimientos por la COVID-19, y además el impacto económico posterior se empezó a sentir con fuerza en estos países.
El caso de Estados Unidos es un caso aparte, Donald Trump ha hecho gala de la peor forma de hacer política. Si antes de la pandemia, Trump ya era un personaje quien se caracterizaba por la altanería, actitudes matonescas y por un absurdo nivel de supremacía, ahora con la pandemia y a portas de las elecciones de noviembre 2020, han hecho de Trump un caso crítico de desesperación por ganar votos. A pocas semanas de las elecciones, la pandemia pasó por encima de él, y el riesgo que no sea reelecto es muy alto, motivo por el que pese a que acaba de ser diagnosticado con COVID-19, ha vuelto a salir a las calles en clara actitud irresponsable.
De esta forma, la pandemia no sólo nos ha
mostrado la crítica situación de la salud pública, sino que ha revelado las peores
facetas políticas de los principales líderes del mundo. Esa faceta en la que la
vida de las personas pasa a un segundo plano y se prioriza el cálculo político y
los intereses personales.
Un buen resumen de lo que ha originado esta pandemia y una explicación de nuestras debilidades como países que solo nos contentamos con crecer y no desarrollarnos
ResponderEliminarUn buen resumen de lo que ha originado esta pandemia y una explicación de nuestras debilidades como países que solo nos contentarnos con crecer y no desarrollarnos
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